Los domingos.

Mientras los domingos compro los periódicos, El País para mi y el SUPER para mi hijo, en muchos sitios se cumple con el rito semanal de ir a Misa. Los/as de misa de domingo, acuden al acto con  un aspecto impoluto, arregladitos de cabeza a los pies, o viceversa, sin duda, impecables. En el iglesia les esperan dos personajes atados por la misma causa, el cura y el mendigo, ambos piden limosna.
El cura pide limosna por los servicios que da, es decir, leer la palabra de dios, perdonar los pecados y subirse al pulpito, donde lo haya, para coger el micrófono  dando  rienda suelta a su sufrida vocación de constreñir los sueños ya las esperanzas de las gentes.
El mendigo pide limosna porque no tiene para vivir, para tomarse unos bricks, para unos bocatas o saber qué. No ofrece servicios a los feligreses pero es educado a pesar de su apariencia. A cada caída de la moneda, porque el  papel ni hace ruido ni suelen dárselo, da las gracias  con esa la frase tan manida: “que dios se lo page".
El cura y el mendigo quedan unidos como se une el parasito al huésped, de por vida, respetándose mutuamente, porque pueden vivir el uno del otro. El cura necesita al  mendigo para justificar la necesidad de más iglesia, para decir que esta sociedad se aparta del camino del “señor”, que no debería ni haber mendigos ni en las puertas de las iglesias, ni en las calles. Es decir justificar su presencia.
El mendigo por el contrario, cuantas más iglesias haya más oportunidades para pedir limosna tiene, para los economistas esto llamaría “las oportunidades que da el mercado”.








para que sus pecados, los diarios –los de turno de lunes a sábado- queden perdonados. Suelen salir contentos y felices, y seguro que sin remordimientos, para eso esta el señor parroco, que tras una breve confesión –o escudriñamiento en la vida personal- les perdona todos los males. Si pegan, si estafan, si se masturban, si se acuestan con el/la vecino fuera del sagrado vinculo conyugarl (creo yo que seran pocos o pocas lo que lo hagan) por miedo

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